Cuanta más gasolina utiliza un coche, más dióxido de carbono (CO2) libera a la atmósfera. Mejorar la eficiencia del consumo de combustible de los coches es, por esta razón, una de las piezas clave para combatir los efectos del cambio climático. La Asociación Europea de Fabricantes de Automóvil se comprometió con la Unión Europea en 1998 a reducir gradualmente las emisiones de CO2 en los vehículos de nueva fabricación, de forma que en 2008 no se superaran los 140 gramos por kilómetro y, a partir de 2012, los 120 gramos.
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